Comencemos mencionando que hay libros clásicos, atemporales y universales; clasificación futura para los libros de mi autoría por ejemplo. Como contrapartida tenemos los que marcan tendencia, por ahora; los que se suceden en oleadas y desaparecen como la espuma de una rompiente marina. Muy diferentes unos de otros, pero todos ellos comparten algo en común: la complicidad del lector.
Así es, una complicidad forjada gracias a respetar códigos que no se encuentran escritos en ninguna parte; pero que tienen peso de ser ley para quienes se atreven a adentrarse en el bajo mundo de la literatura. Manejando esos códigos y perteneciendo a la “famiglia” de lectores, un mundo nuevo abrirá sus posibilidades. Eso sí, vaya como advertencia que una vez dentro, jamás podrán salir; aunque es innecesario decirlo, no conozco a nadie que desee hacerlo.
Paso a tratar de explicar cómo se debe entender esto. Entenderlo no significa manejarlo, pero ayuda a interpretar los roles y jerarquías entre los miembros de esta organización clandestina, y no morir en el intento de pertenecer. Como jerarquías debemos considerar, a efectos de este panfleto, las compuestas por dos niveles principales: los escritores y los lectores.
Por un lado, los escritores son similares a los caporegime, o capo para los amigos. Se trata de quienes escriben textos, y son quienes determinan o encauzan las acciones de los personajes dentro de un mundo ficcional. No importa que tan cerca o lejos de la realidad contemporánea se encuentre ese mundo, lo que necesita el autor es describirlo de manera que sea suficientemente significativa para que se desenvuelvan los personajes y los hechos. Asimismo, estos últimos tampoco estarán descritos hasta el último detalle. La misión del escritor es dar las pinceladas necesarias para sostener su narración, como si plasmara su texto a trazos que conforman un cuadro. El cuadro es la historia total, a través del espacio y del tiempo. Debe estar bien balaceado, para que no queden vacíos por sectores, ni sobrecargados parcialmente. Este equilibrio, el justo medio, bien logrado hará de su novela un todo estética y simbólicamente bien acabado, y digno de apreciar. A pocas palabras buen entendedor, que no parezca un accidente.
Por otra parte están los lectores, quienes tomarán este cuadro, esta obra de arte (sea cubista, impresionista o abstracta) y les dará sentido. Así es, el sentido no es inherente al texto; por una serie de convenciones llegará a tenerlo solo si el lector es capaz de interpretar las pinceladas, recreando a través de su mirada aquello que está subyacente pero no lo suficientemente explícito, de la obra que tiene entre manos. Para poder conseguir esto, el lector debe necesariamente conocer estos códigos de interpretación, y ser cómplice del escritor para rellenar todo aquello que no se encuentra escrito pero también es necesario para completar el significado de la misma.
El arte del escritor es facilitar la misión del lector en completar su lectura con éxito, sin desorientarlo con falta de información ni agobiarlo con el exceso. El justo medio, que dependerá muchas veces del contexto histórico que comparta con su lector. Por ello muchas veces leer clásicos es complicado o aburrido para muchos, por una parte puede que el lector no tenga la suficiente información de la realidad histórica que contextualizaba a su autor para interpretarla felizmente, o por el contrario ese contexto tenía como moda el sobrecargar (barroco), disfrazar (manierismo) o adornar en exceso (rococó) los textos de manera de hacerlos bastante indigeribles para lectores de épocas posteriores. Pero no significando esto último que sean insuficientes para su interpretación, de ahí que el clásico universal sea considerado como tal, y por supuesto contando con la complicidad del lector transtemporal.
No hace falta aclarar que todo lo anterior no es exclusivo de la narrativa, corre también para la poesía. Pero en este caso el grado de complicidad es mayor y muy exigente. Estamos hablando de un ambiente marginal hoy en día, que solo los muy valientes se atreven a explorar. Bajo su propio riesgo por supuesto.
Por mi parte, la puerta de entrada a mi guarida donde mantengo el acceso a todas mis obras se encuentra en esta sección. Recuerden manejar el código de lector para leerlas debidamente, ya les dije sobre las consecuencias de no hacerlo; no lo tomen como amenaza, es solo una advertencia. Si les piden santo y seña para entrar, digan que van de parte de JVI.